Impacto Humano Afecta Vida Salvaje en Zonas Protegidas
Un Estudio Revela Que Las Actividades Humanas Generan Un Impacto Sobre La Vida Salvaje En Las Zonas Protegidas
Esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de más de 100 países, permitirá que en 2030 aproximadamente el 30% de los ecosistemas terrestres y oceánicos estén clasificados como zonas protegidas. Con estas zonas se pretende preservar la biodiversidad y mitigar los efectos del cambio climático.
No obstante, un estudio pionero realizado por la ecóloga Lydia Beaudrot de la Universidad Rice y sus colegas ha revelado que, incluso dentro de las áreas protegidas, los mamíferos tropicales no son inmunes a los impactos de la actividad humana que se producen fuera de los límites de estas zonas protegidas.
Este estudio, el mayor realizado hasta la fecha con cámaras trampa, ofrece valiosos datos sobre los efectos de factores antropogénicos como la densidad de población y la fragmentación del hábitat en 159 especies de mamíferos de 16 áreas protegidas de tres regiones biogeográficas. La investigación, publicada en Nature Ecology & Evolution, puede contribuir a la toma de decisiones sobre políticas de biodiversidad de los participantes en la iniciativa “30 para 30”.
Un trabajo conjunto
Este estudio se ha basado en millones de imágenes captadas durante varios años en más de 1.000 puntos de observación con cámaras trampa. Estas imágenes se recogieron mediante un esfuerzo de colaboración entre Conservation International, la Wildlife Conservation Society y la Smithsonian Institution, con la participación de una red de estaciones de investigación que se adhirieron a un protocolo coherente de recogida de datos.
En palabras de Beaudrot, profesor adjunto de biociencias de la Universidad Rice, el conjunto de datos recopilados para este estudio es extraordinario y representa un esfuerzo monumental y sin precedentes.
Los descubrimientos de la investigación indican que las especies especializadas, restringidas a hábitats específicos, se desarrollan mejor cuando la fragmentación del hábitat es mínima. Sin embargo, son más susceptibles a los efectos adversos de actividades humanas como la caza y el uso del suelo que las especies generalistas, que pueden adaptarse a diversos hábitats.
Por tanto, las especies especializadas, como el pangolín de vientre blanco del Parque Nacional Impenetrable de Bwindi, en Uganda, tienen más probabilidades de salir mejor paradas si viven cerca del centro de la zona protegida (Vida Salvaje), ya que las especies especializadas tienden a ser más resilientes lejos de los límites del área protegida.
Según Asunción Semper-Pascual, autora principal del estudio e investigadora postdoctoral en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida, el borde de una zona protegida suele presentar una mayor diversidad de hábitats, con variaciones entre la vegetación forestal y los paisajes abiertos utilizados para la agricultura, entre otros fines.
Los generalistas y el acceso a los recursos
En estos entornos diversos prosperan las especies generalistas, ya que les proporcionan acceso a una serie de recursos. Así por ejemplo, la tayra, especie omnívora de la familia de las comadrejas, puede habitar tanto en zonas boscosas como en pastizales o tierras de cultivo, pero su éxito cerca del límite de las áreas protegidas depende de la baja densidad de población humana en esas regiones.
Comprender cómo responden las distintas especies a los diversos factores de estrés antropogénicos puede ayudar a establecer prioridades de conservación y orientar la gestión de las áreas protegidas. Estos conocimientos pueden servir de base a iniciativas locales centradas en las especies más vulnerables de una región concreta y contribuir a los esfuerzos mundiales poniendo de relieve cómo los factores a escala del paisaje afectan a la biodiversidad más allá de los límites de las áreas protegidas.
Por último, Beaudrot subraya la importancia de adoptar un enfoque holístico de la conservación y de trabajar en colaboración con las comunidades locales para lograr resultados mutuamente beneficiosos tanto para las personas como para la vida salvaje.
La conclusión de Semper-Pascual es que, mientras prosigue la creación de áreas protegidas, es crucial tener en cuenta los factores que condicionan la biodiversidad tanto dentro como fuera de esas áreas.
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