Experto destaca cómo la historia arroja luz sobre los cambios de personalidad tras un trasplante de órganos

Algunos receptores de trasplantes de órganos manifiestan cambios de personalidad que parecen reflejar rasgos de los donantes, desde el deseo repentino de comer carne por parte de los vegetarianos hasta cambios en las preferencias sexuales.
Un estudio de 2024 cuestiona «las ideas convencionales sobre la memoria y la identidad» y sugiere que los órganos pueden ser portadores de recuerdos y emociones. Estos hallazgos suscitan importantes debates éticos y filosóficos sobre los trasplantes. Sin embargo, los conceptos de memoria de los órganos y los dilemas éticos de los trasplantes no son nuevos. En 1991, el médico J. Andrew Armour propuso que el corazón almacena recuerdos y emociones. Las controversias en torno a los trasplantes de órganos han existido desde las primeras intervenciones quirúrgicas en la década de 1950.
A pesar de ello, los autores del estudio pasan por alto los contextos histórico, cultural y religioso de la donación de órganos. Sin estas perspectivas, la investigación y los relatos de los medios de comunicación corren el riesgo de perpetuar mitos sensacionalistas, parecidos a las historias de Frankenstein, sobre los trasplantes. Estas ideas son especialmente relevantes porque, durante siglos, el corazón se ha considerado la sede de la emoción y la memoria en todas las culturas, desde los antiguos rituales egipcios hasta el simbolismo moderno del Día de San Valentín.
Históricamente, el papel del corazón ha cambiado con los avances de la ciencia. En 1628, el médico inglés William Harvey popularizó el modelo circulatorio de la sangre, teorizado por primera vez por el médico árabe del siglo XIII Ibn al Nafis, en sustitución de la anticuada visión de Galeno sobre la producción de sangre. Con esta concepción, el cerebro tomó precedencia como centro del pensamiento, la memoria y la emoción, reforzada por la obra de René Descartes de 1649, Las pasiones del alma. Con el tiempo, esta visión secularizada y mecánica del corazón se convirtió en dominante, aunque los cardiólogos a menudo luchan con su significado simbólico. Como preguntó célebremente un cardiocirujano: «¿Cómo podría extirparlo del cuerpo de un hombre?».

No todos los órganos tienen un peso emocional como el corazón o el rostro, que están profundamente ligados a la identidad y la expresión. Mientras que las caras transmiten emociones visualmente, los corazones reaccionan físicamente, como latir más rápido cuando se está ansioso o enamorado. En cambio, órganos como los riñones o el bazo rara vez evocan esas asociaciones sentimentales. Esto plantea interesantes cuestiones sobre los xenotrasplantes, es decir, la utilización de tejidos u órganos no humanos. ¿Podrían los receptores de corazones de cerdo modificados genéticamente desarrollar recuerdos ligados a la especie donante?
¿Pueden los trasplantes conservar los rasgos del donante o reflejar las conexiones intestino-cerebro?
Cada vez hay más pruebas de que existe memoria celular, es decir, que las células retienen información más allá del cerebro. La investigación sobre el trauma, incluidos los estudios intergeneracionales sobre la esclavitud y los supervivientes del Holocausto, explora la idea de que «el cuerpo lleva la cuenta», como sugiere Bessel van der Kolk. Sin embargo, el estudio de 2024 ofrece un apoyo limitado a esta teoría, resumiendo investigaciones anteriores con muestras de pequeño tamaño e informes anecdóticos de receptores de trasplantes de corazón que experimentan cambios en sus preferencias, como el deseo de comer nuggets de pollo como su donante. Cabe preguntarse si estos recuerdos tienen su origen en el intestino, dado el eje intestino-cerebro y su papel en las emociones y la salud mental.
En última instancia, estos relatos cuestionan la división mente-cuerpo arraigada en la medicina moderna. Los contextos culturales complican aún más este debate. Por ejemplo, Tailandia y Japón hacen hincapié en la importancia espiritual del corazón, y Japón no reconoció la muerte cerebral hasta 1985 por este motivo. Los estudios transculturales podrían ayudar a determinar si las narrativas de transferencia de memoria son universales o culturalmente específicas.
Los factores psicológicos, como la culpa del superviviente, el estrés postraumático y la gratitud tras una cirugía mayor, también contribuyen a los cambios de personalidad percibidos. Los medicamentos inmunosupresores, esenciales para los pacientes trasplantados, pueden influir profundamente en las emociones, al igual que el peso emocional del propio procedimiento. Sin embargo, tales experiencias son excepciones; un estudio austriaco reveló que el 79% de los receptores de trasplantes de corazón no declararon cambios en su personalidad.
El debate en torno a la donación de órganos debe centrarse en cuestiones acuciantes, como la integración de la asistencia sanitaria psicológica y física, la garantía del consentimiento informado y la resolución de los problemas éticos que plantean los xenotrasplantes y la organogénesis. Los debates públicos también deben considerar cómo los sistemas sanitarios apoyan a los pacientes trasplantados más allá de la cirugía, especialmente en países con asistencia privatizada, como Estados Unidos.
En el Reino Unido, el futuro de la atención a los trasplantes está ligado a la salvación del NHS. Sin una asistencia sanitaria universal, los pacientes podrían tener que hacer frente a costes desorbitados para adquirir medicamentos esenciales. Para hacer avanzar las normas éticas, la investigación basada en pruebas y las políticas sanitarias eficaces, la sociedad debe entablar debates significativos en lugar de perpetuar mitos o el sensacionalismo de los medios de comunicación.
Read Original Article: Science Alert
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