El fenómeno de las fronteras cambiantes redefine la forma de los países

El fenómeno de las fronteras cambiantes redefine la forma de los países

Credit: Pixabay

Cuando los gobiernos suizo e italiano colaboraron el año pasado para redibujar sus fronteras alpinas comunes, el retroceso de los glaciares puso de relieve un creciente reto mundial: cómo gestionar las fronteras cambiantes definidas por hitos naturales. Se prevé que esta cuestión afecte a muchas naciones a medida que los cambios medioambientales sigan remodelando el paisaje.

Afortunadamente, el proceso entre Suiza e Italia ha sido cooperativo. Los expertos lo atribuyen a la ausencia de propiedad privada de la tierra en las zonas en disputa y a la ubicación de la frontera en la cima de una montaña, que ha visto cómo la frontera suiza se desplazaba hacia territorio italiano debido al retroceso de los glaciares. En mayo de 2023, los dos gobiernos finalizaron el nuevo trazado, aunque Suiza tardó casi 18 meses en aprobar los cambios. Italia aún tiene que aprobar el mapa revisado, que afecta a regiones cercanas al emblemático monte Cervino, como Plateau Rosa, Rifugio Carrel y Gobba di Rollin. Estas zonas conectan la estación de esquí suiza de Zermatt con la italiana de Breuil-Cervinia.

«Con el deshielo de los glaciares, estos hitos naturales evolucionan y redefinen las fronteras nacionales», explicó el Gobierno suizo en un comunicado de septiembre.

Independientemente de las opiniones sobre el cambio climático, los glaciares de todo el mundo retroceden a un ritmo acelerado, impulsados por el aumento de las temperaturas y los extremos estacionales. Un reciente informe de la Academia Suiza de las Ciencias reveló una pérdida del 2,5% del volumen glaciar sólo en 2024, a pesar de un invierno inusualmente nevado. Las tormentas de polvo procedentes del Sáhara exacerbaron el deshielo, poniendo de relieve la fragilidad de estos ecosistemas. Entre 2022 y 2023, los glaciares suizos perdieron el 10% de su volumen total, más que durante las tres décadas comprendidas entre 1960 y 1990. Los científicos advierten de que incluso un modesto aumento de la temperatura global de 1,5 °C, la línea de base del Acuerdo de París, podría provocar la pérdida de más de una cuarta parte de la cubierta glaciar del mundo en 2100.

Desafíos globales del cambio de las fronteras glaciares: De la colaboración al conflicto

Suiza e Italia no son los únicos países que se enfrentan al cambio de fronteras provocado por el deshielo. El glaciar Sálajiegna, a caballo entre Noruega y Suecia, ha retrocedido 20 metros al año, alterando el acceso al agua de ambas naciones. Existen problemas similares a lo largo de las fronteras glaciares de la Patagonia, compartida por Chile y Argentina, y en el Himalaya, donde el glaciar Siachen sirve de controvertido límite entre Pakistán, India y China. A diferencia de la colaboración pacífica en Europa, Siachen sigue siendo un punto geopolítico álgido, en el que la actividad militar contribuye a la degradación y contaminación del glaciar.

En algunos casos, los enfoques innovadores han aliviado las tensiones. Italia y Austria, por ejemplo, acordaron en 2006 adoptar un enfoque flexible para su frontera en los Alpes de Ötztal. En 2014, los investigadores instalaron sensores GPS para vigilar la «frontera móvil», perfeccionando el sistema con 26 sensores que alimentaban de datos un pantógrafo cartográfico. Esta solución dinámica se adapta a los desplazamientos naturales provocados por el retroceso de los glaciares.

Sin embargo, más allá de los ajustes territoriales, la disminución de los glaciares plantea peligros más amplios. En los Alpes, las regiones montañosas más populares se enfrentan a un mayor riesgo de corrimientos de tierras y desprendimientos de rocas, que amenazan tanto a los turistas como a las comunidades locales. Un estudio publicado en Nature revela una estrecha relación entre el retroceso de los glaciares y la frecuencia de los corrimientos de tierras en zonas de alta montaña. Para quienes viven cerca de los Alpes, como observó el profesor suizo Adrian Brügger, la vida cerca de estos paisajes inestables se ha vuelto mucho más arriesgada.

«Hay miedo a los desplazamientos en zonas donde las casas llevan 500 años en pie», explica Brügger a la Columbia Climate School. «La gente guarda una bolsa ‘de viaje’ junto a su cama, lista para marcharse en cualquier momento».


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