El ejercicio después del cáncer reduce el riesgo de muerte en un 37 %

El ejercicio después del cáncer reduce el riesgo de muerte en un 37 %

Landmark study shows just how impactful a structured yet enjoyable plan to stay active is in keeping cancer at bay
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Un estudio pionero de 17 años de duración ha demostrado que un programa de ejercicio estructurado puede mejorar significativamente la supervivencia y la salud a largo plazo de las personas que se recuperan de un cáncer colorrectal. Según un investigador, «Estos hallazgos redefinirán nuestro enfoque del tratamiento del cáncer de colon».

Una colaboración global con impacto a largo plazo
El esfuerzo de investigación internacional, llevado a cabo por expertos de la Universidad de Sídney, la Universidad Queen’s de Canadá y la Universidad de Alberta, siguió a 889 pacientes con cáncer colorrectal en seis países durante casi dos décadas, lo que lo convierte en uno de los estudios más completos de su tipo.

El objetivo del ensayo Challenge era determinar si el ejercicio podía ser algo más que una simple recomendación de estilo de vida para los supervivientes de cáncer, concretamente, si podía mejorar activamente los resultados de supervivencia y reducir la probabilidad de que el cáncer reapareciera.

Nuestros datos lo dejan claro: el ejercicio no debe considerarse simplemente una terapia de apoyo, sino un componente esencial del tratamiento del cáncer de colon, afirmó el Dr. Kerry Courneya, copresidente del estudio y profesor de la Universidad de Alberta.

El cáncer colorrectal tiene una tasa de recurrencia notoriamente alta, ya que casi un tercio de los pacientes en estadio III se enfrentan a su reaparición. Actualmente es el tercer cáncer más diagnosticado en todo el mundo y ocupa el segundo lugar en mortalidad relacionada con el cáncer.

Un régimen de ejercicio personalizado y estructurado

Los participantes en el estudio siguieron lo que los investigadores denominaron un régimen de ejercicio «estructurado»: unos 250 minutos de actividad física a la semana, normalmente divididos en cinco sesiones de 30 minutos. Los planes se personalizaron según la actividad aeróbica preferida de cada paciente y se integraron en su atención médica tras la cirugía y/o la quimioterapia.

Por el contrario, un grupo de control recibió educación sanitaria estándar, es decir, consejos generales sobre cómo mejorar los hábitos alimenticios y de ejercicio después del tratamiento contra el cáncer. Esto refleja la norma actual en la atención poscancerosa.

Se trataba de pacientes que ya habían completado la cirugía y la quimioterapia», explicó la profesora Janette Vardy, de la Universidad de Sídney. «A continuación, se les asignó aleatoriamente a uno de dos grupos: uno recibió materiales de educación sanitaria, mientras que el otro recibió esos materiales junto con un plan de ejercicio supervisado y estructurado.

Los resultados fueron sorprendentes. Los pacientes del grupo de ejercicio experimentaron una reducción del 37 % en las muertes por cáncer colorrectal y tuvieron un 28 % menos de probabilidades de sufrir una recaída o desarrollar nuevos cánceres. Las tasas de supervivencia aumentaron del 83 % en el grupo de educación sanitaria al 90 % en el grupo de ejercicio.

Resultados a cinco y ocho años

Cuando lanzamos el ensayo Challenge, queríamos explorar si el ejercicio podía realmente reducir el riesgo de recurrencia y mejorar la supervivencia», afirmó el profesor Vardy. «Descubrimos que, cinco años después del tratamiento, el 80 % de los participantes del grupo de ejercicio seguían vivos sin ningún signo de la enfermedad, en comparación con el 74 % del grupo de control. Eso se traduce en un riesgo de recurrencia un 28 % menor.

Además, después de ocho años, la supervivencia general fue del 90 % en el grupo que hizo ejercicio frente al 83 % en el grupo de control, lo que supone una reducción del 37 % en el riesgo de mortalidad.

Es importante destacar que los participantes no tuvieron que convertirse en atletas. Para muchos, el programa solo supuso 150 minutos adicionales de caminata rápida a la semana, aproximadamente 30 minutos al día, cinco días a la semana.

«No se trata de correr maratones», dijo Vardy. «Incluso una actividad física modesta y constante puede marcar una gran diferencia». Estos resultados deberían redefinir el protocolo de atención estándar para los pacientes con cáncer de colon en todo el mundo y podrían tener aplicaciones para otros tipos de cáncer.

Si bien el ejercicio como prescripción está ganando terreno en el tratamiento de afecciones como el dolor de espalda crónico y los trastornos de salud mental, este estudio refuerza su papel fundamental en la atención oncológica. El equipo de investigación insta ahora a los profesionales sanitarios a integrar el ejercicio estructurado en los protocolos de recuperación del cáncer como un componente obligatorio, y no solo como una sugerencia.

De la recomendación a la prescripción

Basándonos en estas pruebas, los pacientes deberían comenzar un régimen de ejercicio estructurado tan pronto como terminen la quimioterapia», afirma Vardy. No se trata solo de un consejo para el bienestar, sino de una intervención que salva vidas.

Aunque las estadísticas pueden parecer a veces abstractas, este estudio se suma a un creciente número de investigaciones que respaldan el impacto biológico del ejercicio en la prevención de la recurrencia del cáncer. Dado que la edad media de los pacientes con cáncer de colon es de unos 68 años, mantener una actividad física regular después del tratamiento parece crucial para mejorar los resultados.


Read the original article on: New Atlas

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