Los dos caminos hacia la enfermedad de Parkinson podrían indicar un método singular para evitar su aparición

Diversas teorías sobre la progresión de la enfermedad de Parkinson podrían sugerir que los factores ambientales desempeñan un papel sustancial, ofreciendo ideas sobre medidas preventivas para una parte considerable de los casos.
Investigaciones sobre los orígenes de la enfermedad
Los científicos han explorado durante un tiempo si el declive progresivo de las neuronas vinculado al Parkinson se origina principalmente en los nervios olfativos del cerebro o en los nervios del tracto gastrointestinal.
Una interesante teoría planteada por un equipo mundial de investigadores propone que el inicio de la enfermedad neurodegenerativa puede comenzar con la diseminación de proteínas nocivas de cualquiera de los dos orígenes, desencadenada por posibles daños ambientales en ambas zonas.

Papel de los factores ambientales
Según los investigadores, tanto las sustancias inhaladas a través de las fosas nasales (que afectan a la región olfativa del cerebro) como las consumidas a través del sistema digestivo podrían contribuir al Parkinson, y se espera que las próximas investigaciones diluciden aún más estas conexiones.
” En los dos escenarios en los que la enfermedad se origina en el cerebro o en el cuerpo, la patología emerge de estructuras estrechamente conectadas a factores externos”, explica el neurólogo Ray Dorsey, del Centro Médico de la Universidad de Rochester.
“”Nosotros sugerimos que el Parkinson es una dolencia sistémica, con sus orígenes iniciales probablemente comenzando en los sistemas nasal y gastrointestinal, vinculados a factores ambientales cada vez más reconocidos como contribuyentes significativos, si no causas, de la enfermedad.””
Como posibles toxinas ambientales que podrían iniciar alteraciones de la función cerebral, el equipo identifica sustancias químicas procedentes de la limpieza en seco y el desengrasado, la contaminación atmosférica, los herbicidas, los herbicidas y el agua potable contaminada.
Se cree que esta alteración se produce por el mal plegamiento de la proteína alfa-sinucleína, que da lugar a la formación de unos grumos conocidos como cuerpos de Lewy, que dañan muchas de las células nerviosas del cerebro, incluidas las responsables del control motor.
Implicaciones e investigación futura
Aunque este estudio es principalmente teórico, cita asociaciones previamente establecidas entre el Parkinson y diversos riesgos ambientales. Sin embargo, desentrañar estas conexiones con precisión requerirá más investigación.
“Estas toxinas ambientales están muy extendidas y, sin embargo, no todo el mundo desarrolla la enfermedad de Parkinson”, señala Dorsey.
“El momento, la dosis y la duración de la exposición, junto con las interacciones con factores genéticos y otros factores ambientales, son probablemente cruciales para determinar quién desarrolla finalmente el Parkinson”.
Los investigadores reconocen que esta novedosa teoría aún tiene cuestiones sin resolver, incluyendo la posible implicación de la piel y el microbioma, así como la forma en que las exposiciones prolongadas en el tiempo pueden evolucionar la susceptibilidad a la enfermedad.
De hecho, las exposiciones podrían ocurrir con frecuencia muchos años o incluso décadas antes de la manifestación de los síntomas del Parkinson. Sin embargo, la adopción de este nuevo marco hipotético para investigar la enfermedad debería facilitar la investigación de si estas conexiones existen realmente.
En opinión de Dorsey, “refuerza la noción de que el Parkinson, el trastorno cerebral de más rápido crecimiento en todo el mundo, podría prevenirse en gran medida si es provocado por sustancias venenosas.”
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